Los Mandible by Lionel Shriver

Los Mandible by Lionel Shriver

autor:Lionel Shriver [Shriver, Lionel]
La lengua: spa
Format: epub
Tags: Novela, Filosófico, Realista, Sátira
editor: ePubLibre
publicado: 2016-01-01T05:00:00+00:00


11. MARGARINA GÁRGARA AMARGA

Florence y su tía solían compartir las cosas que las indignaban: la situación en los Estados Unidos no era ni de lejos tan mala como sugerían algunos países extranjeros conocidos por su Schadenfreude. Las noticias sensacionalistas que proliferaban en páginas web europeas retrataban las ciudades norteamericanas como el escenario de La noche de los muertos vivientes, con saqueadores enloquecidos que destrozaban todo a su paso para llevarse televisores, aunque no tenían electricidad, mientras los viejos asaban el gato en el fuego que encendían con sus muebles. De acuerdo, sí, se habían producido algunos saqueos, sobre todo en tiendas de comestibles y de bebidas alcohólicas, y escaseaban algunos productos, aunque tampoco podía decirse que nueve millones de neoyorquinos estuvieran muriéndose de hambre y zampándose cadáveres descuartizados que guardaban en congeladores verticales para servirlos después con habas y un buen Chianti como querían hacer creer los medios internacionales.

En cuanto a la inflación, un tema que obsesionaba a los medios alemanes, Lowell insistía en que Norteamérica no podía compararse con la experiencia teutónica tras la Primera Guerra Mundial, cuando en los restaurantes los clientes pagaban al entrar porque cuando terminaban de comer la cuenta sería aún más dolorosa. ¡Pero si el marco alemán había acabado impreso por una sola cara porque a la casa de la moneda estaba acabándosele la tinta! Pero ¿habían cambiado algo, aunque fuese remotamente, los billetes verdes? ¿No seguían los dólares imprimiéndose con presidentes del país en una cara y la inscripción IN GOD WE TRUST[4] en la otra?

Aparte de esos hechos tranquilizadores, todos se enfrentaban a un dilema. A Lowell se le acabaría pronto el subsidio de desempleo. Como había estado contratado, Esteban nunca cobró el paro desde el principio. Kurt seguramente reunía las condiciones para solicitar una ayuda a la beneficencia; las prestaciones, de la clase que fueren, aumentaban frenéticamente mes tras mes. Si de todos modos la Reserva Federal seguía imprimiendo billetes a lo loco, ¿qué mejor que usarlos para sobornar a los salvajes para que se quedaran en casa descansando? Sin embargo, cada vez eran más los obstáculos con que tropezaban los nuevos solicitantes, la mayoría de ellos ciudadanos dóciles y antes solventes que difícilmente prenderían fuego al ayuntamiento. Si Kurt presentó la solicitud, fue únicamente porque Florence se lo había suplicado, pero no se consideraba a sí mismo un menor de dudosa reputación a cargo del Estado y no pasó satisfactoriamente la entrevista. (Por desgracia, tenía donde vivir. En esa casa, alguien trabajaba). Es decir, que ahí los únicos ingresos que quedaban eran lo que Nollie cobraba de la Seguridad Social y el sueldo de Florence, estirado ya al máximo.

Por su parte, Lowell y Avery tenían lo que les había quedado tras vender la casa, y Nollie tenía sus «recursos», aunque nadie sabía muy bien a cuánto ascendían. Así y todo, a medida que pasaba el tiempo, ese dinero cundía cada vez menos, cosa que a Florence le dolía más de lo que era capaz de manifestar —y entonces más que



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